Existe en nuestra sociedad la idea generalizada de que el
ser humano es un ser horrible, egoísta, violento, avaricioso... Todos creemos,
y cada vez más, que el ser humano es simplemente idiota, que destroza su propio
planeta, que es capaz de llevar a cabo el más sangriento de los genocidios con
tal de defender sus intereses. Hoy les quiero intentar convencer de que eso no
es así, y que existen una serie de explicaciones por las cuales las sociedades
actúan de forma tan irresponsable. En concreto, hoy quiero explicar por qué se
produce explotación laboral en el sistema capitalista.

El ser humano es por naturaleza bueno, generoso, empático.
Habría sido imposible que una especie hubiese llegado tan lejos sin esas
cualidades. Imagínense qué habría sido de una comunidad prehistórica en la que
todos sus componentes fueran egoístas y hostiles con aquellos que les rodearan.
Cada uno de ellos habría mirado siempre por su propio bien y la supervivencia
habría sido imposible. De esta forma, las comunidades en las que predominaba el
comportamiento solidario y generoso sobrevivieron y traspasaron sus
características genéticas y culturales a sus descendientes. Este proceso
evolutivo se puede considerar cierto durante toda la época paleolítica, en la
que el ser humano tenía un estilo de vida salvaje, similar al de los animales.
Desde el inicio del neolítico hasta hoy, la evolución se ha paralizado o ha
adquirido otras tendencias más artificiales, por lo que podemos decir que el
ser humano de hoy en día posee las mismas características que el ser humano que
abandonó el estilo de vida nómada para empezar a construir la civilización.
Por tanto, si el ser humano es bueno por naturaleza, ¿Cómo se
permite el desproporcionado contraste económico entre unos y otros? La
explicación pasa por estudiar la organización socioeconómica imperante en la
sociedad, en este caso el capitalismo, que hace que surjan una serie de fuerzas
que dominen y sometan a la sociedad contra su voluntad.

La evolución del capitalismo ha consistido en exportar la
explotación laboral a países subdesarrollados y realizar una serie de
concesiones a la clase obrera europea con el objetivo de estabilizar el
sistema. Es lo que conocemos como neoliberalismo. De esta forma, aparece una
nueva clase social, la clase media, que en ocasiones se convierte en pequeña
burguesía y que posee unas condiciones de vida mucho más acomodadas que las de
la antigua clase obrera, cuyo salario era de subsistencia. Por tanto, deja de
tener sentido pensar si quiera en una posible revolución obrera en estos países
desarrollados, ya que no existen dos clases sociales bien diferenciadas.
Hay quien puede decir que hoy en día nadie está explotado y
que las condiciones laborales son muy dignas. Quienes defienden eso parecen
olvidar que el capitalismo impera más allá de las fronteras europeas, olvidan
que el sistema capitalista se extendió hacia los países menos desarrollados. El
abaratamiento y mejora de los transportes debido a los avances tecnológicos ha
provocado que los centros de producción ya no necesiten estar situados cerca de
los puntos de venta, por lo que las empresas sitúan sus centros de producción
allá donde la mano de obra es más barata, es decir, en los lugares en los que
se puede explotar con mayor facilidad al obrero. Este es el objetivo principal
de la empresa, reducir al máximo el salario de sus trabajadores, ya que eso
reduce costes de producción y le permite ofrecer precios de venta inferiores a
los de sus competidores. No llevar a cabo esta estrategia supone ser muchísimo
menos competitivo en el mercado y conlleva la desaparición como empresa.
Podemos concluir por tanto que las empresas están obligadas a explotar a los
trabajadores y que las empresas que, por ética y humanidad, tienen en
consideración la dignidad de sus trabajadores, desaparecen del mercado. Hay
mucha gente que tiene la creencia equivocada de que la culpa de la explotación
laboral es de los empresarios. No es cierto, es el sistema el que les obliga
actuar de esa forma. La mecánica es la siguiente: Los empresarios que no
explotan desaparecen del mercado y los que sí prosperan.

Dado este funcionamiento del sistema económico, bastaría con
que hubiera un pequeño porcentaje de los empresarios competidores que estuvieran
dispuestos a reducir a toda costa los costes de producción para que se
produjera la explotación laboral en todo el mercado laboral, ya que dichas
empresas irían prosperando en el mercado y acaparándolo.
En definitiva, lo que pretendo es rebatir la idea equivocada
de que es la naturaleza humana la que provoca las enormes desigualdades entre
ricos y pobres. La explicación es otra, se trata de la ventaja que adquieren
quienes no tienen impedimentos morales a la hora de competir con los de más lo
que les hace “sobrevivir”.