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sábado, 20 de febrero de 2016

Cambio climático y capitalismo

Hace poco se celebró la cumbre de París contra el cambio climático, y ocurrió lo que yo me temía desde un principio, que las medidas aprobadas iban a ser aplicadas en el futuro y que no iban a estar a la altura de la situación.

El acuerdo llega bastante tarde, ya que se empezarán a tomar medidas preventivas dentro de décadas para un problema que existe ahora. Además, las dimensiones del problema no nos permiten concedernos el lujo de reducir emisiones de gases contaminantes, lo que el planeta nos está pidiendo es que eliminemos por completo esas emisiones.


Creo que nadie duda de que la solución pasa por dejar de generar energía con combustibles fósiles y empezar a sustituir las actuales centrales eléctricas contaminantes por infraestructuras modernas que utilicen energías renovables y limpias para la producción de electricidad.


Mucha gente puede preguntarse por qué no se invierte más dinero en renovables. La respuesta es muy simple, y tiene que ver con la rentabilidad. Una de las características del capitalismo es la competencia entre empresas en el mercado. La dinámica no es compleja: reducir costes de producción permite ofrecer precios más bajos, ser más competitivo, y por tanto sobrevivir en el mercado. Todos sabemos que las grandes multinacionales explotan a sus trabajadores del tercer mundo ofreciéndoles unas condiciones de trabajo inhumanas. Pero la explicación no es que las multinacionales exploten a sus trabajadores sistemáticamente, sino que las empresas que no explotan a sus trabajadores nunca llegan a convertirse en multinacionales, ya que sus precios de producción son muchísimo más altos.


En el caso de la energía ocurre lo mismo. Las empresas que optan por energías contaminantes (más rentables) sobreviven en el mercado. Pero esta visión darwiniana de la situación se puede aplicar también a los gobiernos. Aquellos gobiernos que inviertan las cantidades necesarias de dinero para combatir la enorme amenaza del cambio climático contraerán un déficit presupuestario que les costará muy caro en las elecciones. Hasta que las consecuencias del cambio climático no se hagan radicalmente visibles, dicho déficit no se verá justificado por la mayoría de la población, y cuando llegue ese momento quizás sea demasiado tarde para solucionar el problema.
Por tanto, la única solución posible en un sistema capitalista como el que existe es ir reduciendo poco a poco las emisiones de CO2, pero eso no haría más que atrasar o reducir ligeramente las consecuencias del problema.


Es obvio, por tanto, que la actual organización socioeconómica no es la más adecuada para afrontar el mayor reto al que se enfrenta la humanidad en su historia. Es necesario que se produzcan cambios radicales en las sociedades y en la mente de todos los seres humanos, ya que es la única forma de encontrar el camino para vivir en armonía con nuestro amado planeta.

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